
La presentación de Alex Behn en la III Conferencia Internacional del CHIC, ofreció una mirada clínica, territorial y ética de la psicología, que resituó la salud mental como un fenómeno radicalmente vinculado a la calidad del entorno en que se vive, a la pertenencia cultural y a las condiciones estructurales de las comunidades. Durante la III Conferencia Internacional “Filosofías, Educación y Éticas para la Conservación Biocultural”, organizada por el Centro Internacional Cabo de Hornos en Puerto Williams, el psicólogo clínico y Doctor en Psicología de la Universidad de Columbia, Alex Behn, profundizó en la necesidad de vincular salud mental y conservación biocultural desde una comprensión situada de las personas en sus contextos. “La salud mental hace mucho tiempo que ya no es el resultado de un proceso que viene solamente desde adentro de las personas”, afirmó el académico e integrante del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Según explicó, el bienestar psicológico debe entenderse como un fenómeno emergente de la interacción entre vulnerabilidades individuales y condiciones estructurales, sociales, ambientales y culturales. Behn cuestionó los paradigmas clínicos que aíslan a los sujetos de su entorno. “La salud mental está absolutamente proyectada hacia nuestro entorno, y vuelve también desde nuestro entorno. Es igualmente posible que alguien desarrolle una depresión por una vulnerabilidad genética heredada como por una condición de vida cotidiana, como un sistema de transporte deficiente o la falta de áreas verdes”, sostuvo. En este marco, principios como la conservación biocultural —que abogan por una relación equilibrada y respetuosa con el entorno— permiten no sólo comprender el origen de muchos malestares psicológicos, sino también trazar caminos colectivos de recuperación y cuidado. Sufrimiento indígena y trauma estructural Uno de los puntos más críticos de su intervención abordó la situación de salud mental en los pueblos indígenas, especialmente en la Región de La Araucanía. Behn expuso cómo el modelo de “estrés de minorías” permite comprender la alta prevalencia de trastornos como depresión, ansiedad y consumo de sustancias entre las poblaciones originarias que viven bajo contextos de violencia histórica y estructural. “La Araucanía es la región de Chile con mayor número de intentos suicidas, particularmente en mujeres y personas jóvenes”, afirmó. Esta realidad, dijo, no puede disociarse de los “estresores ambientales crónicos” que enfrentan estas comunidades, como la constante presencia militar, la estigmatización cultural y la discriminación sistemática. Si bien destacó que una identidad indígena fuerte puede ser un factor protector frente al sufrimiento psicológico, Behn advirtió que ese resguardo puede verse neutralizado cuando la violencia estructural se vuelve demasiado intensa y sostenida. “Por más que proteja de la soledad o de la dificultad, no es suficiente cuando los estresores y la violencia son como son en este momento en algunas regiones de nuestro país”. Soberanía sanitaria e integración de saberes Más allá del diagnóstico, el investigador propuso una salida que articula saberes ancestrales y prácticas modernas de salud mental, abogando por una “soberanía sanitaria” que permita a los pueblos definir sus propias formas de cuidado y recuperación. “La respuesta a esa enfermedad no es solamente una intervención clínica, psiquiátrica o médica, sino que también hay saberes ancestrales que son patrimonio de los pueblos indígenas”, enfatizó. Para Behn, no se trata de oponer mundos, sino de imaginar alianzas terapéuticas que respeten y fortalezcan las formas tradicionales de vinculación con el entorno, especialmente aquellas que reconocen a la naturaleza como un otro significativo y protector. “¿Cómo podemos aprender nosotros, los más urbanos, los más occidentales, a relacionarnos con nuestro medio ambiente de una forma que haga que la naturaleza sea un otro semejante, y que yo me pueda sentir acompañado siempre?”, se preguntó. En este sentido, el psicólogo destacó el potencial de la conservación biocultural como un marco ambiental, y como un paradigma profundamente terapéutico. “La conservación biocultural es una manera de enfrentar y contener a largo plazo los conflictos interculturales que producen estrés y enfermedad”. Fuente: Gaceta digital de la Patagonia, publicado el 15 de mayo.
El 25 de abril, el diario El Mercurio, publicó el artículo: “El estrés es contagioso, pero hay técnicas para evitar que se transmita sin dejar de dar apoyo”, en el que participan la investigadora principal Paula Errázuriz, el investigador adjunto Jaime Silva, y la investigadora joven Javiera Duarte.
El martes 18 de marzo, la Revista Ya de El Mercurio publicó el reportaje: “La paradoja de la hiperconectividad”: “En la era donde predominan los mensajes y las videollamadas, la soledad se ha vuelto un fenómeno. Especialmente entre los jóvenes de 18 a 24 años, que, según un reporte estadounidense, en un 57% experimentan altos niveles de aislamiento. Los expertos lo atribuyen a la superficialidad de las interacciones digitales y la confusión entre la conexión virtual y fuera de línea”. En este reportaje participa la investigadora joven Stefanella Costa. Lee el reportaje aquí.
“La depresión es un conjunto de síntomas que presentan las personas, por las cuales a veces se consulta y hay tratamiento. Pero así como en medicina podemos tener fiebre por diversas razones, uno podría decir que la depresión es un conjunto de síntomas que tiene distintos orígenes. Un episodio depresivo puede estar dado por un trastorno depresivo mayor, que tiene ciertas características, y también puede estar dado por un trastorno afectivo bipolar. Son dos causas completamente distintas para este conjunto de signos”, explica Paul Vöhringer, psiquiatra, subespecialista en Trastornos del Ánimo, Profesor Asociado de la Universidad de Chile, y psiquiatra de la Unidad de Bipolaridad del Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Dentro de los signos de la depresión están el ánimo bajo (dificultad para realizar actividades cotidianas), y la anhedonia (pérdida del placer en actividades que antes sí lo generaban) como principales, luego se agregan las alteraciones en el patrón de alimentación, en el sueño, presencia de angustia, ideación suicida. “Todas estas características pueden encontrarse en el trastorno depresivo mayor y en el trastorno afectivo bipolar”, indica el investigador. El trastorno depresivo mayor tiene mucha más prevalencia que el trastorno afectivo bipolar. El problema radica en que ambos tienen tratamientos diferentes y que, actualmente, las personas tardan entre ocho y diez años en ser correctamente diagnosticadas. En esta entrevista, el investigador de MIDAP señala la importancia de la formación de los y las profesionales de la atención primaria, quienes son el primer contacto y posibilidad de derivación. Por otro lado, Vöhringer indicó que “lo importante es que el paciente bipolar estabilizado, con información sobre sí mismo, psicoeducado, cuidándose, es un paciente que puede hacer prácticamente una vida normal”. Revisa la entrevista completa a continuación: