Quinta Temporada de Cafés Científicos sobre Salud Mental MIDAP

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Quinta Temporada de Cafés Científicos sobre Salud Mental MIDAP 2019-12-03T11:06:21-04:00

Quinta temporada de
«Cafés Científicos sobre Salud Mental»

Por quinta temporada, el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad -MIDAP, organiza sus encuentros de divulgación para la comunidad llamados ‘Cafés Científicos’.

La idea es invitar a las personas interesadas -profesionales y no profesionales- a hacer una pausa después del trabajo o la jornada de estudios, disfrutar de un café en la tarde invernal, y reunirse con un investigador de MIDAP para conocer los avances de sus investigaciones en una determinada área de la Salud Mental, plantear preguntas e intercambiar opiniones con el experto y los demás asistentes.

En años anteriores, los encuentros abordaron novedades en el tratamiento, prevención y/o rehabilitación de personas con problemas de depresión. Por ejemplo, los escolares que sufren bullying, las parejas cuando hay abuso o violencia intrafamiliar, los adultos mayores que quedan solos, o incluso los pacientes con intentos de suicidio.

Para la temporada 2018 MIDAP ha elegido temas de actualidad y relevancia social, como Depresión y Diversidad Sexual, Agresión Sexual y Salud Mental en Niños, Salud Mental de los Cuidadores de Enfermos, y Salud Mental en Inmigrantes.

Las charlas se efectuarán los días martes, de 18:30 a 21:00 horas, entre el 26 de junio y el 17 de julio, en el auditorio del Café Literario Parque Balmaceda, situado en avenida Providencia 410, Santiago.

La entrada es gratuita, pero por razones de orden y espacio, para asistir se requiere una inscripción previa que abriremos en fecha próxima. Esté atenta/o a nuestro sitio web y redes sociales (Facebook y Twitter en la cuenta @institutomidap). Informaremos oportunamente.

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Salud mental en cudiadores familiares: ¿Quién los cuida a ellos? – Claudia Miranda, Universidad Católica de Chile

Primer Café Científico MIDAP de la temporada ahondó en las necesidades de quienes se dedican a cuidar a un pariente, y en cómo evitar su sobrecarga física y emocional.

Un 83 por ciento de los cuidadores familiares en Chile –personas que de manera informal atienden a un enfermo dependiente- son mujeres, hijas del o la paciente, con un promedio de edad de 59 años, y que luego de haber criado a sus hijos, ahora deben hacerse cargo de su madre o padre enfermo.

Ése es el perfil de un segmento de la población que, por las características de su labor, está sometida a un estrés físico y emocional que muchas veces queda en segundo plano ante las necesidades del paciente, y por lo mismo, es ignorado por el resto de la familia y las amistades.

“Son casi adultos mayores, que están cuidando a otros adultos mayores. Por ese solo hecho pasan a ser una población vulnerable, con riesgo de tener algún problema de salud mental”, explicó Claudia Miranda, investigadora asociada de MIDAP y especialista en Psicogerontología.

La psicóloga fue la encargada de abrir la quinta temporada de Cafés Científicos del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad, que se desarrollará hasta el 17 de julio en Santiago.

Profesionales, estudiantes de carreras de la salud y público general asistieron a esta primera charla del ciclo, que durante cuatro martes permitirá que científicos de MIDAP compartan sus investigaciones con la comunidad, en diversos temas.

La charla inicial, dedicada a la salud mental de los cuidadores familiares, mostró a través de diversos estudios que estas personas tienen mayor prevalencia de enfermedades cardíacas e hipertensión que otras de su misma edad que no ejercen esta tarea extra; más ansiedad y síntomas depresivos; más conflictos familiares; aislamiento social, y mayores dificultades económicas debido a que deben dejar de trabajar.

La especialista Claudia Miranda expuso las diversas estrategias que han demostrado efectividad para atender estas necesidades, ya sea a través de profesionales o de recomendaciones para el autocuidado.

“No cuesta tanto ayudar a los cuidadores”, enfatizó, “y eso habría que hacerlo sin esperar siquiera que el cuidador se sienta sobrecargado. Una vez que empezó su rol de cuidador, hay que estar ahí a su lado.”

Un aspecto crucial en este proceso, sin embargo, es convencer al cuidador de que debe proteger su propia salud. Es un punto delicado, porque –a diferencia de los cuidadores profesionales- aquí la labor de atender al papá, mamá o un hermano mayor, se cruza con los lazos emocionales, los recuerdos, los problemas familiares sin resolver, y hasta las culpas por sentirse sobrepasado.

“Hay que educar sobre la importancia de pedir ayuda; segundo, identificar qué barreras hay para que uno pida ayuda; y tercero, cómo pedir la ayuda”, planteó la psicóloga.

“Hay que convencer al cuidador de que, si él o ella están bien, va a cuidar mejor”

Uno de los puntos que la investigadora de MIDAP recalcó fue la importancia de que el cuidador familiar no se encierre con sus problemas, sino que se integre a grupos de ayuda, generalmente con personas que están en su misma situación.

“Uno no se puede aislar cuando tiene un problema en particular. Uno tiene que tratar de buscar ‘comunidad’, buscar apoyo. Y necesitamos distintos tipos de apoyo. Mientras más diversos sean los apoyos, mejor. Puede ser la ayuda de la vecina, de otra persona que vaya a la casa un día a hacer el aseo, o de la pareja que ayude emocionalmente, et. Las ayudas son múltiples”, explicó Claudia Miranda.

La investigadora de MIDAP dio a conocer una serie de pasos y recomendaciones para promover la buena salud mental de los cuidadores familiares, varias de las cuales están detalladas en el capítulo X del Manual para el Cuidador, publicado en 2017 por la Universidad Católica de Chile, la Fundación Oportunidad Mayor y al Servicio Nacional del Adulto Mayor.

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Trauma en la infancia de los padres: ¿Qué hacer para no repetir la historia? – María Pía Santelices, Universidad Católica de Chile

Un proyecto Fondecyt realizado por investigadoras de la UC y MIDAP confirmó que, aunque el trauma infantil vivido por el grupo de mujeres chilenas en estudio había afectado su capacidad de apego con los hijos, un factor en la crianza lograba disminuir el impacto: la función reflexiva parental, es decir, la capacidad de ponerse en el lugar del niño o niña para entender lo que le sucede y responder a sus necesidades.

Éste fue uno de los aspectos tratados en el Segundo Café Científico de la temporada, que nuestro instituto ofreció a la comunidad de Santiago. La charla ‘Trauma en la infancia de los padres: ¿qué hacer para no repetir la historia?’ estuvo a cargo de la psicóloga María Pía Santelices, subdirectora de MIDAP y especialista en Primera Infancia.

Según estadísticas de la UNICEF, el 75 por ciento de la población chilena declara haber sufrido algún tipo de abuso o maltrato cuando niños, desde negligencia en el cuidado de las necesidades básicas hasta violencia física por parte de sus padres o cuidadores.

“Peter Fonagy, un estudioso en el tema, dice metafóricamente que -como los niños no pueden entender esta situación de que ese adulto que es una figura de apego, que está ahí para cuidarlo, es el mismo adulto que le hace daño- prefieren no pensar y se produce un fenómeno como de mente en blanco. Y ahí viene lo que se llama el fallo en la mentalización”, explicó María Pía Santelices. “Por eso Trauma y Mentalización están tan relacionados, porque para poder mentalizar el mundo yo tengo que sentir un grado de seguridad, para poder explorar no sólo el mundo externo sino también el mundo interno. Pero si el mundo interno es amenazante, prefiero no explorar, y se produce este bloqueo”.

Justamente ese primer quiebre es el que condiciona a la persona y su capacidad para reflexionar considerando las emociones, motivaciones, deseos y cogniciones, tanto propias como de terceros. Y el costo lo pagan sus descendientes.

“Un adulto que sufrió traumas en su infancia que le generaron un bloqueo de la mentalización, cuando se enfrenta a la relación con los hijos le ocurre el mismo bloqueo y prefiere no pensar, no reflexionar, y menos con los hijos. Y entonces ese adulto va a decir “¡no, porque no!” y no va a dar ninguna explicación, no va a entrar en el conflicto, porque también para él es muy amenazante. Se podría decir que los enemigos de la mentalización son esta experiencia traumática que provocó este bloqueo, y por otro lado una actitud como de ‘certeza cognitiva’: pensar que uno les lee la mente a los niños y sabe lo que necesitan, pero de manera literal. Entonces ese adulto deja de ser curioso, deja de hacerse preguntas, de plantear hipótesis [sobre lo que está sucediéndole al otro]. La actitud reflexiva es todo lo contrario: nunca tener certezas con los niños pequeños, siempre pensar que la mente es opaca, no es transparente, y que, para entrar en el mundo interno del niño o niña pequeña, lo que yo tengo que hacer es tener una empatía gigante, abrirme, hacer preguntas y no creer que ya tengo las respuestas. Es una actitud muy difícil, porque uno está acostumbrado a lo contrario”.

Las investigaciones, sin embargo, han demostrado que esa capacidad mentalizante puede cultivarse. En los talleres y otro tipo de intervenciones que se hacen con los adultos que tienen esa carencia por traumas de infancia, se enseña a interpretar, a acercarse a los niños de otra manera y a relacionarse desde las emociones.

“El actuar que tenga la persona hacia un niño que está llorando va a depender de su observación y de su interpretación, porque si parte de una creencia, por ejemplo ‘¡aah, está mañoso otra vez!’, no va a ir a consolarlo, y al revés, hasta va a retarlo: ‘¡yaaa, córtala, no sigas llorando!’. Pero si la mamá parte de la base que si el niño está llorando es porque está expresando algún desagrado, va a hacer una hipótesis: ‘¿será que le duele la guatita? ¿tendrá sed? ¿tendrá sueño?’ Hasta aquí es un adulto sensible, pero para que además sea un adulto mentalizante tiene que hablar, tiene que verbalizar. Si no, no está completa la conducta”, explicó la psicóloga. “Entonces, podría decirle al niño: ‘mi bebé hermoso ¿estás llorando porque tienes susto?’, y darle así un contenido, que podría ser o no la hipótesis correcta. Y luego, darle sentido a la experiencia: ‘seguramente no te gusta estar solito en tu cuna por mucho tiempo’. Entonces uno le dice verbalmente al niño, aunque sea muy chiquitito, y así los va mentalizando. Y el niño completa internamente lo que le sucede y así se le va generando seguridad”.

De hecho, el estudio Fondecyt que María Pía Santelices condujo junto con otros profesionales del Programa Primera Infancia UC, mostró que, si bien en las 81 mamás de Santiago que estudiaron había una relación entre el trauma de infancia que habían vivido y el apego inseguro que mostraban hacia sus hijos, en aquellas con mayor capacidad mentalizante el impacto sobre sus niños era menor.

“Aquí viene el gran desafío, porque los traumas en la infancia no vamos a poder cambiarlos, pero sí podemos influir en la sintomatología depresiva y también en la capacidad reflexiva parental”, planteó la subdirectora de MIDAP.

“Algo que sería como un sueño para nosotros es que cada vez que un adulto vaya a consultar por depresión, se le pregunte si tiene hijos o no y que se incorpore la variable de parentalidad dentro de la terapia, lo cual no es lo más frecuente. Lo habitual es que un adulto vaya a psicoterapia y muchas veces se toca muy tangencialmente la parentalidad. Con todos estos estudios nosotros tratamos de demostrar que, si tenemos un adulto en etapa de crianza de niños pequeños, sabemos que esto está afectando a los niños. Por lo tanto, tenemos que hacer algo para que no les afecte. Entonces la variable función reflexiva debería estar en los tratamientos de adultos que están criando niños pequeños. Esa es una conclusión que podemos sacar de este estudio”.

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Personas Trans y Género No Conforme: ¿Cómo cuidar su salud mental? – Alemka Tomicic, Universidad Diego Portales.

Si bien culturalmente la población humana se ha dividido en hombres y mujeres, una de cada dos mil personas nace con una ambigüedad genital y/o una variante en la combinación de sus cromosomas que no permite determinar si es ‘niño’ o ‘niña’. Esa persona entonces es intersexual. “El sexo biológico es algo bastante más complejo que la distinción binaria hombre/mujer, y nos enfrenta a un continuo sexo-género y a las posibles relaciones y variantes del sexo con la identidad de género. En estas variaciones hay dos alternativas: que el sexo biológico esté alineado con la identidad o expresión de género, o que no esté alineado. Eso es lo transgénero”, explicó la psicóloga Alemka Tomicic.

La investigadora de MIDAP fue la expositora del tercer Café Científico del instituto, que se realizó esta semana en Santiago. La sesión estuvo dedicada a analizar los factores que afectan la salud mental de las personas trans, inmersas en una sociedad que sólo acepta como normal el ser hombre o mujer, lo que “les lleva a pensar que no hay posibilidad ni lugar donde existir”, afirmó la especialista.

Según explicó, “no existen pruebas psicológicas ni médicas para diagnosticar si una persona es trans o no. Lo que sí hay son herramientas de exploración de la identidad sexual, de poder preguntarse ¿cuál es mi identidad con el sexo, mi identificación con el género, o con respecto a la orientación sexual? Y, sobre todo, existen posturas afirmativas con las personas trans, es decir, reconocer, visualizar, prestarle oído a una persona que dice ‘soy hombre’, o ‘soy mujer’ o ‘no soy lo uno ni lo otro’.” La diversidad sexual en sí no constituye enfermedad. Es la violencia y la discriminación la que daña la salud mental de estas personas, enfatizó experta.

Alemka Tomicic se ha dedicado a investigar aspectos de psicoterapia, y dentro de eso, cómo mejorar la atención a pacientes LGTB+. Uno de los resultados fue crear junto con un equipo de psicólogos una guía para profesionales de la salud mental: ‘Psicoterapia Culturalmente Competente para el Trabajo con Pacientes LGTB+’, editada en enero en Chile (Descargar AQUÍ).

Desde esa experiencia profesional, la investigadora de MIDAP explicó a los asistentes al Café Científico que “la diversidad sexual en sí no constituye un problema de salud, no es una patología”. De hecho, la Organización Mundial de la Salud eliminó este año la disforia de género (disgusto o malestar de la persona con su sexo biológico) como patología psiquiátrica, como se la había considerado durante años. Más bien, dijo la psicóloga, “son las situaciones de violencia y discriminación las que conllevan un impacto negativo en la salud mental de las personas LGBTIQ+”.

Y esto llega a tal punto que, según un estudio británico de 2014 que citó, 59 por ciento de jóvenes trans menores de 26 años había pensado en suicidarse, y 30 por ciento lo intentó ese último año. En cambio, entre jóvenes no trans, no más de 6 por ciento había tratado de quitarse la vida.

“O sea, en la identificación como persona trans, si es que no se dan las condiciones de seguridad, se corre riesgo vital”, afirmó Alemka Tomicic. “Esto nos hace pensar que todos, como sociedad, como familias, debemos hacernos responsables de construir un espacio seguro para que las personas trans puedan emerger y transitar, porque el momento más vulnerable pare ellas es cuando se reconocen a sí mismas y comienzan el proceso de presentarse socialmente como alguien trans, pero al mismo tiempo –si es que se logra un espacio seguro para ese momento- tenemos la posibilidad de un resultado extremadamente positivo. El poder hacer un tránsito seguro y efectivo disminuye prácticamente a cero los riesgos, las disparidades en salud mental en personas trans. Las cifras en suicidio o ideación suicida bajan muchísimo y vuelven a la base de riesgo de la población general una vez que el tránsito se ha hecho efectivo, que el emerger ha sido positivo”.

La psicóloga planteó que el primer paso para que una persona trans ‘salga del clóset’ es entender por sí misma lo que le sucede, lo que siente, sobre todo en la prepubertad o la adolescencia cuando “aparece una confusión de sincerarse, de definir esa sensación de no sentirse cómodo en el cuerpo”.

La segunda etapa es la ‘develación’, el contarle a alguien cercano.

“Si a ustedes les toca ser ese ‘otro significativo’ ante el cual la persona se devela y sale del clóset, es súper importante tener en mente que ustedes pueden ser la primera o la única persona que va a escuchar esto, y que puede hacer la gran diferencia entre abrir la posibilidad –abrir la puerta del clóset- o volver a cerrarla. Por eso es súper importante, en primer lugar, reconocer y apreciar explícitamente la valentía [de esa persona], porque ya es súper difícil ‘salir’ con uno mismo”, aconsejó Alemka Tomicic. ”En segundo lugar, escuchar atentamente. No ‘escucharse los miedos propios’ sino escuchar al otro. Y tercero, aceptar y ser afirmativo. Un mensaje de que esa identidad que está emergiendo, que está siendo reconocida, es una identidad positiva. No sólo es decir ‘te quiero’, sino ‘te quiero aún más’ por esa identidad que es la que es, la verdadera”.

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Salud mental en familias inmigrantes: Pongámonos en el lugar del otro – Ana María Gallardo, Universidad Católica de Chile

En congruencia con la actualidad nacional, el tema de cierre de la temporada 2018 de charlas de MIDAP para la comunidad general fue la Salud Mental en Familias Inmigrantes, pero con un enfoque especial: más que hablar del estrés o la depresión que afecta a los extranjeros que llegan a vivir a Chile, el encuentro fue una invitación a los presentes para pensar y sentir como si tuvieran que irse a otro país.

Ana María Gallardo, psicóloga UC e investigadora de MIDAP, fue la encargada de abordar el tema. Ella habitualmente atiende familias inmigrantes, y además su proyecto de Doctorado en Psicoterapia está enfocado en ‘Cogniciones y prácticas parentales en familias de niños haitianos’.

De hecho, según su experiencia, uno de los elementos que más se altera al empezar a vivir en Chile es la parentalidad, la relación entre padres e hijos, debido a que la cultura dentro del hogar no siempre es la misma que la del ambiente externo.

Si bien las costumbres de crianza en Chile han cambiado, hasta hace unos 30 años “nuestros padres eran la autoridad máxima, muy jerárquicos. Y esto es algo que en algunas familias de otros países latinoamericanos todavía se mantiene, lo cual es positivo también”, explica la psicóloga. “Pero ciertamente, cuando una familia extranjera llega a Chile y se encuentra con una forma de relacionarse más horizontal, le genera conflicto, porque el niño va a la casa de otros compañeros, ve otra forma de relacionarse entre sus amigos y sus papás, tal vez se da cuenta que ellos son más cercanos, hablan de tú a tú. Lo mismo, si una como psicóloga le pide a un papá extranjero que se relacione de manera más horizontal con su hijo, tal vez no le haga sentido la terapia porque estamos exigiendo una configuración familiar que es la nuestra, la que se está dando en Chile en esta época. Es un cambio cultural interno importante”.

En la charla, aparte de graficar la reciente tendencia migratoria hacia Chile, la profesional invitó a los asistentes a pensar en sus propias historias familiares, para recordar de dónde eran originalmente sus propios abuelos o padres y descubrir que el ‘irse a vivir a otra parte’ es algo más común y cercano de lo que se cree.

Familia inmigrante italiana en Chile (1910). By Duilmodena [Public domain], from Wikimedia Commons

“Si uno sabe que su abuelo pasó por lo mismo, que le costó mucho, o la historia de un papá o una mamá que también tuvo que esforzarse, y que gracias al apoyo que recibió en ese proceso yo soy quien soy ahora y estoy donde estoy ahora, va a ser mucho más fácil poder ayudar”, planteó Ana María Gallardo.

Esta invitación a empatizar con el que viene de afuera, reflexionando en lo que uno mismo viviría y sentiría si tuviera que irse a otro país, se vio reforzada en la charla mediante ejercicios concretos para imaginarse en escenarios de vida en el extranjero, sin familia, sometido a discriminación, a rechazo por lucir diferente o por no hablar el idioma local. Incluso algunos de los propios asistentes, chilenas y chilenos que estudiaron en el extranjero, relataron sus vivencias y enriquecieron la sesión.

“Siempre se ha hablado desde un enfoque mucho más social, pero verlo desde el punto de vista de Salud Familiar creo que nos abre la oportunidad de apoyar tanto a los padres como a los niños, al sistema familiar”, dice la psicóloga. “Incluso generar también sistema de apoyo para las educadoras, profesoras y profesores que trabajan en contacto con las familias, porque son las que más se han visto desprovistas de herramientas, y creo que ahí hay una línea de intervención súper importante”.

Y un dato final: si de empatía o solidaridad se trata, hay que considerar que -según el Instituto Nacional de Estadísticas- en 2017 había 746.465 extranjeros en Chile, cifra muy inferior a los 1.037.346 chilenos que actualmente viven en otro país, algunos de ellos acogidos e integrados a la comunidad, pero otros sometidos probablemente al mismo rechazo y estigmas de ser ‘un inmigrante’.

El equipo de gestión del Instituto MIDAP se encuentra trabajando en forma remota hasta nuevo aviso. Para mayor información, síganos en nuestras redes sociales.