“La emergencia climática y ecológica es cada día más una realidad. Luego del invierno más cálido de la historia de la Región Metropolitana y el más seco en los últimos 23 años, la amenaza de quedarnos sin recursos naturales se instala de manera muy concreta en nuestra vida cotidiana”, señala la Investigadora Joven, Stefanella Costa, en la columna “Sin pánico ante la «ecoansiedad»”, publicada en CIPER.
Agrega que “en este panorama surge el término ‘ecoansiedad’ para denominar al malestar que nos provoca ser testigos y parte de este daño al ecosistema. Si bien el concepto ha sido de ayuda para que muchas personas puedan sentir un reconocimiento de su experiencia subjetiva frente a los problemas medioambientales, en realidad es insuficiente para dar cuenta de la multiplicidad de sentires asociados a presenciar la destrucción del entorno, y nada útil aporta a la conversación sobre la emergencia en curso. En primer lugar, porque deja fuera el contexto geográfico y cultural. Al centrar la conversación en experiencias individuales que se extrapolan antojadizamente a la población general, dejamos de ver lo que está ocurriendo políticamente en distintas comunidades y posiciones dentro de éstas”.
Sentir ansiedad por el cambio climático no es un problema, asegura Costa. Por el contrario, «las emociones que surgen ante la destrucción del medioambiente son movilizadoras», y pueden motivar respuestas adaptativas de acción grupal.
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