Investigadora mostró en seminario MIDAP sistema de parentalidad en comunidades de inmigrantes, que no sólo aleja a jóvenes de las pandillas y drogas, sino que también ayuda a los padres a sanar sus propias heridas de infancia.
2 mayo 2018
Rocío Escobar es una psicóloga guatemalteca que hizo su Doctorado en la Michigan State University, EEUU. Allí no sólo avanzó un peldaño en su carrera académica, sino que además participó en una experiencia que -para un centenar de familias- significó un cambio sustancial en sus vidas, y que para muchas otras es una esperanza palpable.
Se trata de un estudio para adaptar a la realidad cultural de las comunidades latinas una herramienta de crianza ya probada en familias de Estados Unidos. ¿El objetivo? Aprovechar las ventajas que ese sistema tiene para mejorar las relaciones entre padres e hijos y generar factores protectores de conductas no deseadas en esos niños y jóvenes, inmersos en un ambiente desfavorecido en lo social y económico.
La investigación, realizada por un equipo de la Michigan State University, fue publicada en 2015 y debido a sus buenos resultados ha empezado a difundirse en otros países como México, Puerto Rico, Guatemala…y ahora Chile.
MIDAP organizó hace unos días un seminario –dirigido a profesionales y estudiantes de la salud, la educación y el trabajo social- donde Rocío Escobar expuso los resultados y mostró cómo se aplica.
El PMTO
En la década de 1970 los psicólogos Marion Forgatch y Gerald Patterson (Oregon, EEUU) analizaron las interacciones familiares y notaron que ciertos comportamientos de los padres reforzaban de manera positiva la conducta de sus hijos: las palabras de aliento y cariño tenían un efecto distinto al de las órdenes y el castigo. Los investigadores hicieron estudios longitudinales basados en teorías sociales, del comportamiento y del apego, y aplicaron un plan de intervención en un grupo de familias socialmente vulnerables, mientras observaban lo que sucedía con un grupo de control. Luego de 9 años de seguimiento vieron que los niños, ya convertidos en adolescentes, habían tomado caminos diferentes: los del grupo-control habían caído en problemas con la ley, drogadicción y sexualidad precoz, cuatro veces más que los de las familias intervenidas. Ese fue el nacimiento del PMTO (Parenting Training Management, Oregon model), una verdadera escuela para padres que, a través de una serie de sesiones, les enseña habilidades para comunicarse con los hijos, reforzar lazos, resolver conflictos y generar un hogar protector.
El método empezó a aplicarse en diversos lugares de Estados Unidos, e incluso Noruega lo instaló a nivel nacional en 1999. Sin embargo había un desafío: cómo usarlo en otro tipo de comunidades, con niños y jóvenes igualmente vulnerables. Fue entonces cuando un grupo de investigadores de la Michigan State University decidió adaptarlo para los inmigrantes latinos en la ciudad de Detroit, no sólo en el idioma sino también en las creencias, en los valores, en la cultura que esos padres traían de sus países de origen. Se trata de un elemento clave para que el método conserve su esencia y tenga sentido para las familias.
“Se puso atención a quiénes entregaban el programa: que fuesen personas de la comunidad ya aceptados por los demás, que tuviesen respaldo y validez social, como dos psicólogas que venían haciendo labor en el barrio y dos trabajadores sociales de la parroquia local”, explicó Rocío Escobar, quien formó parte del equipo de trabajo. “Además los manuales tenían personajes que reflejaran étnicamente a los receptores, sus creencias, los giros del lenguaje. Y se buscó los desafíos puntuales de los inmigrantes. Por ejemplo, el hecho de criar hijos que estaban creciendo entre dos culturas”.
El grupo de investigación diseñó el programa, reclutó a las familias y empezó la intervención: ocho sesiones de 90 minutos, con evaluaciones al inicio, al final, y a los seis meses (lea los resultados aquí). Trabajaron sólo con los padres, de manera que fueran los adultos quienes llevaran los contenidos y nuevas destrezas a sus hogares. “Eso los empoderó para ir llevando los cambios y darse cuenta que sí funcionaba, aunque al principio se sintiera como algo extraño o diferente a lo que ellos habían vivido en su propia infancia”, dice la psicóloga.
De hecho, una de las características del programa es que pone a los padres en contacto con sus propias experiencias de infancia. “Muchos de ellos venían a su vez de familias y ambientes donde ellos habían vivido violencia, abuso emocional, abuso físico. Y ahora les tocaba aprender a tratar a sus hijos fuera de esos marcos. ‘A mí no me dijeron que me querían’, ‘a mí no me dieron esa atención que yo le estoy dando a mi hijo, pero yo quiero que él sea mejor que yo, que tenga mejores oportunidades’. Eso fue un desafío, pero también una transformación muy hermosa que vimos en los grupos, donde los padres pudieron ir sanando esas heridas del pasado, y poder darse la oportunidad de escribir una historia diferente para sus hijos”, recuerda Rocío.
También para otras familias
“Se sabe que cualquier padre que adopte este tipo de destrezas encuentra un beneficio, pero lo más lindo es saber que se puede adaptar también a poblaciones que experimentan retos severos de vida”, cuenta la psicóloga. De hecho, el programa se ha llevado a otro tipo de situaciones familiares. “Este programa PMTO se ha aplicado a madres con síntomas de depresión, a familias con hijos con Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad, con buenos resultados. O sea, se ha trasladado a muchas poblaciones y se ha visto efectividad”.
Gracias a la experiencia en Detroit, los investigadores del equipo se propusieron sembrar la experiencia otros países. En Monterrey, México, comenzó un proyecto con madres de áreas marginales, donde el esfuerzo de adaptación cultural tiene que ver con el contexto de narcotráfico y pandillas; en Puerto Rico está haciéndose una observación de intervenciones parentales; y en Ciudad de Guatemala, Rocío Escobar está en la fase inicial de un programa comunitario piloto para ayudar a familias que llegaron a la capital huyendo de la guerra civil o la extrema pobreza de los campos, y que viven en ambientes de pandillas, alcoholismo y violencia doméstica.
Los cinco pilares del PMTO
En el Seminario sobre Primera Infancia organizado por MIDAP –donde expuso la investigadora guatemalteca- la especialista profundizó en aspectos concretos de la metodología PMTO y mostró a profesionales y estudiantes ejercicios prácticos para aplicar los cinco pilares del sistema:
Primero, el Involucramiento Positivo entre padres e hijos, basado en el apego, que refuerza actitudes sociales mediante en halago y el aliento (“Qué bien lo hiciste”, “te felicito”, “te quiero”).
Segundo, la Disciplina, que es establecer límites pero con afán de educar y no de desquitarse o volcar el enojo. “Por ejemplo, quitar privilegios, prohibirle usar el celular por media hora, en vez de mandar al hijo a su habitación por 5 horas, o un castigo que dure un mes”, dice Rocío Escobar. “Por eso mismo, otro elemento es la autorregulación que se enseña a los papás, para controlar esas emociones y poder ser firmes pero afectuosos al mismo tiempo”.
Tercero, las instrucciones claras, con voz calmada, que capten la atención del hijo y aseguren que el niño entienda lo que se le pide.
Cuarto, el Monitoreo y Supervisión, donde se anima a los padres a que establezcan modos de estar siempre pendientes de sus hijos, de saber quiénes son sus amigos, cómo se llama su profesora, saber cuál es el plan de salida y regreso a la casa, conversar con ellos y ser un poco ‘detectives’ y averiguar qué está pasando.
Y quinto, la Resolución de Problemas, que incorpora técnicas de comunicación con los hijos y cómo crear un ambiente democrático en el hogar, “donde todas las voces tengan validez, siempre apoyando que los padres formen parte de esa jerarquía que es particularmente importante entre los latinos”, enfatiza la psicóloga.