Vacunarse es una conducta compleja, motivada socialmente y que va más allá de la responsabilidad individual, sostiene esta columna. Para que las personas quieran vacunarse tienen que entender los riesgos y beneficios. Para ello es clave contar con información clara, transparente, trabajar de cerca con los medios de comunicación y escuchar más a los expertos, sugieren los autores, el Investigador Adjunto Manuel Ortíz, junto a Paula Repetto.
Hace más de un año que se notificó el primer caso de COVID-19 en China. En Chile han fallecido más de 18.000 personas y se han contagiado más de 706.000 por causa del COVID-19. Sabemos que la tasa de contagios seguirá aumentando mientras no se logre controlar la pandemia, más aún considerando que la población puede exponerse a una nueva variante del virus, que parece ser más contagiosa.
Frenar la pandemia y retomar nuestras vidas requerirá que al menos un 70% de la población esté vacunada[1]. Alcanzar este porcentaje permitiría detener los contagios y proteger a todas aquellas personas que no se pueden vacunar. Sin embargo, para alcanzar esta meta enfrentamos dos desafíos: primero, debemos disponer de un número suficiente de vacunas y una logística adecuada que permita su correcta distribución; segundo, dado el carácter voluntario de la vacunación, las personas deben estar dispuestas a hacerlo.
En esta columna nos centramos en este segundo desafío. Argumentaremos que el escenario actual requiere de una estrategia de comunicación de riesgo en salud que esté basada en la evidencia disponible. Esto implica considerar los factores psicológicos y sociales que la determinan, el rol del contexto en que este comportamiento ocurre, así como las acciones que pueden promover esta conducta entre las personas.
Estas columnas forman parte de la colaboración del Instituto MIDAP con el proyecto CIPER/Académico, gracias al financiamiento para actividades de Proyección al Medio Externo (PME) aportado el año 2020 por el Programa Iniciativa Científica Milenio de ANID.
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