La diversidad sexual en sí no constituye enfermedad. Es la violencia y la discriminación la que daña la salud mental de estas personas, enfatizó experta de MIDAP, durante Café Científico del instituto.
Si bien culturalmente la población humana se ha dividido en hombres y mujeres, una de cada dos mil personas nace con una ambigüedad genital y/o una variante en la combinación de sus cromosomas que no permite determinar si es ‘niño’ o ‘niña’. Esa persona entonces es intersexual. “El sexo biológico es algo bastante más complejo que la distinción binaria hombre/mujer, y nos enfrenta a un continuo sexo-género y a las posibles relaciones y variantes del sexo con la identidad de género. En estas variaciones hay dos alternativas: que el sexo biológico esté alineado con la identidad o expresión de género, o que no esté alineado. Eso es lo transgénero”, explicó la psicóloga Alemka Tomicic.
La investigadora de MIDAP fue la expositora del tercer Café Científico del instituto, que se realizó esta semana en Santiago. La sesión estuvo dedicada a analizar los factores que afectan la salud mental de las personas trans, inmersas en una sociedad que sólo acepta como normal el ser hombre o mujer, lo que “les lleva a pensar que no hay posibilidad ni lugar donde existir”, afirmó la especialista.
Según explicó, “no existen pruebas psicológicas ni médicas para diagnosticar si una persona es trans o no. Lo que sí hay son herramientas de exploración de la identidad sexual, de poder preguntarse ¿cuál es mi identidad con el sexo, mi identificación con el género, o con respecto a la orientación sexual? Y, sobre todo, existen posturas afirmativas con las personas trans, es decir, reconocer, visualizar, prestarle oído a una persona que dice ‘soy hombre’, o ‘soy mujer’ o ‘no soy lo uno ni lo otro’.”
Alemka Tomicic se ha dedicado a investigar aspectos de psicoterapia, y dentro de eso, cómo mejorar la atención a pacientes LGTB+. Uno de los resultados fue crear junto con un equipo de psicólogos una guía para profesionales de la salud mental: ‘Psicoterapia Culturalmente Competente para el Trabajo con Pacientes LGTB+’, editada en enero en Chile (Descargar AQUÍ).
Desde esa experiencia profesional, la investigadora de MIDAP explicó a los asistentes al Café Científico que “la diversidad sexual en sí no constituye un problema de salud, no es una patología”. De hecho, la Organización Mundial de la Salud eliminó este año la disforia de género (disgusto o malestar de la persona con su sexo biológico) como patología psiquiátrica, como se la había considerado durante años. Más bien, dijo la psicóloga, “son las situaciones de violencia y discriminación las que conllevan un impacto negativo en la salud mental de las personas LGBTIQ+”.
Y esto llega a tal punto que, según un estudio británico de 2014 que citó, 59 por ciento de jóvenes trans menores de 26 años había pensado en suicidarse, y 30 por ciento lo intentó ese último año. En cambio, entre jóvenes no trans, no más de 6 por ciento había tratado de quitarse la vida.
“O sea, en la identificación como persona trans, si es que no se dan las condiciones de seguridad, se corre riesgo vital”, afirmó Alemka Tomicic. “Esto nos hace pensar que todos, como sociedad, como familias, debemos hacernos responsables de construir un espacio seguro para que las personas trans puedan emerger y transitar, porque el momento más vulnerable pare ellas es cuando se reconocen a sí mismas y comienzan el proceso de presentarse socialmente como alguien trans, pero al mismo tiempo –si es que se logra un espacio seguro para ese momento- tenemos la posibilidad de un resultado extremadamente positivo. El poder hacer un tránsito seguro y efectivo disminuye prácticamente a cero los riesgos, las disparidades en salud mental en personas trans. Las cifras en suicidio o ideación suicida bajan muchísimo y vuelven a la base de riesgo de la población general una vez que el tránsito se ha hecho efectivo, que el emerger ha sido positivo”.
La psicóloga planteó que el primer paso para que una persona trans ‘salga del clóset’ es entender por sí misma lo que le sucede, lo que siente, sobre todo en la prepubertad o la adolescencia cuando “aparece una confusión de sincerarse, de definir esa sensación de no sentirse cómodo en el cuerpo”.
La segunda etapa es la ‘develación’, el contarle a alguien cercano.
“Si a ustedes les toca ser ese ‘otro significativo’ ante el cual la persona se devela y sale del clóset, es súper importante tener en mente que ustedes pueden ser la primera o la única persona que va a escuchar esto, y que puede hacer la gran diferencia entre abrir la posibilidad –abrir la puerta del clóset- o volver a cerrarla. Por eso es súper importante, en primer lugar, reconocer y apreciar explícitamente la valentía [de esa persona], porque ya es súper difícil ‘salir’ con uno mismo”, aconsejó Alemka Tomicic. ”En segundo lugar, escuchar atentamente. No ‘escucharse los miedos propios’ sino escuchar al otro. Y tercero, aceptar y ser afirmativo. Un mensaje de que esa identidad que está emergiendo, que está siendo reconocida, es una identidad positiva. No sólo es decir ‘te quiero’, sino ‘te quiero aún más’ por esa identidad que es la que es, la verdadera”.